Propuesta científica

1. Antecedentes y estado actual


La Orden ha tenido en España y en Iberoamérica muchos y muy célebres traductores,
además de lexicógrafos y escritores en otras lenguas distintas al castellano. Su inmediata propagación por todos los reinos peninsulares y también por el mundo (América, Oriente Medio, Lejano Oriente y Asia-Pacífico) les llevó a realizar una fecunda labor lingüística, educativa, humanística, teológica y científica, a la luz de sus universidades, que podrá ser admirada a través de las miles de obras que nos han legado. Muchas de ellas permanecen hasta ahora en el olvido y otras muchas desaparecieron para siempre, por causa del deterioro físico, de los avatares de los tiempos o de la destrucción.

Dominicos traductores encontramos ya en la célebre Escuela de Traductores de Toledo. Raimundo de Peñafort, educado en la Universidad de Bolonia, fundó el studium o escuela de lengua árabe en Túnez (1245) y en Murcia (1266) para facilitar la conversión de musulmanes. El fraile Antoni Canals, del Reino de Valencia, destacó en el siglo XIV por sus traducciones o adaptaciones de obras clásicas al catalán. La tarea de la Inquisición, encomendada a un dominico, sin duda tendrá una clara repercusión en la traducción y merecerá ser destacada en la labor de producción libresca.

En el Siglo de Oro español, el influjo de la Escuela de Salamanca, con sede en el convento dominico de San Esteban de esa ciudad, se dejó sentir en los trabajos de frailes profesores universitarios españoles y portugueses, pero especialmente de los teólogos, a raíz de la labor intelectual y pedagógica de Francisco de Vitoria. No habría tenido sin duda la misma resonancia esta escuela sin la labor de los traductores de la orden que difundieron su enseñanza y la de uno de uno de los dominicos probablemente más famosos, Santo Tomás de Aquino. Melchor Cano, Juliana Morell o Morella, Juan Tomás de Boxadors y Sureda de San Martín… son solo unos ejemplos de dominicos traductores y traductoras de los siglos XVI, XVII y XVIII.

La evangelización de Nueva España y de otros territorios de América, tendrá importantes consecuencias para la historia de la traducción y de la lexicografía, y los dominicos sentirán el compromiso con las lenguas indígenas y con la educación de la población en valores doctrinales, jurídicos, científicos, etc. Fray Francisco Ximénez o Jiménez, que llegó a Guatemala en 1688, será reconocido por su conservación del narrativo Popol Vuh, libro sagrado para los mayas, en un texto en columnas paralelas de quiché y de español. Para el seguimiento y estudio de las traducciones en América tendrá una importancia destacada el repertorio de imprentas de José Toribio Medina.

En Asia la tarea de evangelizar fue sin duda difícil, debido a dos problemas singulares: la falta de conocimiento de los misioneros ante una religión extraña y la presión sobre ellos de otras potencias, como los Países Bajos al sur de Taiwán. Algunos hitos son interesantes de destacar: El dominico español Juan Cobo fue el primer occidental en traducir un libro del chino a un idioma europeo y en publicar una obra en chino en el siglo XVI.

La independencia de los Estados americanos en el siglo XIX generará un sinfín de nombres de dominicos traductores del otro lado del Atlántico, que desvelaremos en este proyecto, pero en la península continuará permanentemente esta labor de mediación y ya en nuestra época, autores como Santiago Ramírez, Guillermo Fraile o Teófilo Urdanoz seguirán destacando como traductores de la filosofía de Santo Tomás y otros como Alberto Colunga y Cueto entrarán de pleno derecho en la historia de la traducción de la Biblia.

Hoy, en los albores del siglo XXI, continúa la tarea traductora y gramatical en los conventos de España, de Iberoamérica y Asia. Por poner solo unos ejemplos: las lenguas orientales son motivo de trabajo en el Real Monasterio de Santo Tomás en Ávila; la filosofía en el Instituto Superior de Filosofía y el Instituto Superior de Ciencias de la familia, ambos en Valladolid, integrados en la Universidad Pontificia de Salamanca; la teología y los textos jurídicos en el Convento de San Esteban (Salamanca), que mantiene desde 1299 su Estudio General de Teología y donde reside la Escuela teológica-jurídica de Salamanca desde el siglo XVI.

La traducción dentro de la Orden se lleva a cabo unas veces por compromiso religioso (para servir de intermediarios de la fe o para la difusión de la obra del patrón), pero también cultural (conscientes del valor de las sociedades en las que se entregan), científico (para difundir y propagar las ideas y el conocimiento en los pueblos), estético (para fomentar los valores de la personalidad artística) y hasta político (para servir al Rey en su propósito de acercamiento o de control de esos pueblos). Unas veces se hace por compromiso personal otras por el adquirido con la propia orden. En ocasiones el escritor asume él mismo la tarea de traductor (autotraducción) ya sea por interés particular, económico, etc. Las traducciones las realizaron (y las siguen realizando aún) en lenguas clásicas y también, modernas (inglés, francés, italiano, portugués, alemán, neerlandés, etc.) y exóticas (lenguas amerindias, filipinas, asiáticas, etc.). Los textos de referencia presentan una variedad enorme de temas: religioso, teológico o espiritual, literario, científico, filosófico, histórico, económico, político, etc. Si importante ha sido en España y en occidente la obra de fray Bartolomé de las Casas, fray Luis de Granada, fray Domingo de Soto y fray Francisco de Vitoria, no menos importante para la fe de los pueblos indígenas ha sido la labor desarrollada en las pequeñas misiones por los autores de las traducciones de catecismos, sermonarios, devocionarios y otras obras de fe, como las del teatro religioso.

Las gramáticas, artes, vocabularios y diccionarios tienen la gran importancia de abrir el
camino de la traducción y del conocimiento de nuevas lenguas. En la labor lexicográfica se dan cita no solo los conocimientos lingüísticos de los autores sino la percepción por su parte de la cultura de la traducción, de ahí que se muestre mucho interés en nuestra búsqueda de estas obras. No es casualidad que muchas de estas obras introduzcan fragmentos traducidos o inciten en sus ejercicios a la traducción. La traducción y la gramática han sido durante mucho tiempo enseñadas dentro de los mismos métodos. Fueron muchas las lenguas sistematizadas y descritas por los dominicos españoles.

Las obras recogidas y estudiadas, aunque de gran número, son en ocasiones también la punta del iceberg, conscientes como somos de la pérdida, extravío o dispersión de tantas obras. Mucho se ha hablado de aculturación o de influencia de la potencia conquistadora sobre la indígena en el caso de los territorios descubiertos, pero quizás no lo suficiente del papel jugado por estas órdenes mendicantes, que con su labor sistemática de descripción y uso permitieron el conocimiento, cuando no la supervivencia, de unas lenguas ancestrales, que sin estas obras hoy habrían literalmente desaparecido, y no quedarían de ellas más que el recuerdo, en los casos más afortunados.

El conocimiento de los fondos de estos catálogos, que ahora se pretende ampliar con los dominicos, permitirá sin duda reconstruir una parte importante de la historia de la traducción, la que tiene que ver con un sector de la Iglesia, ámbito en el que permaneció anclada la cultura durante siglos. Los archivos y bibliotecas conventuales dan precisamente fe del número tan importante de religiosos dedicados a la traducción o a la labor lexicográfica.

Rescatar del olvido esta información y poner negro sobre blanco las razones que han llevado a ejercer a estos traductores, la manera de superar los problemas de comunicación (no es baladí el del encuentro entre dos mundos), hacen sin duda avanzar en el terreno de la historia y de la teoría de la traducción, algo sin duda de agradecer en estos momentos en los que se postula con fuerza la traductología.